Mi idea al abrir este blog, es la de compartir mis trabajos en el arte, no como una manera de exhibirme, sino como agradecimiento a la vida por los dones que me ha dado.
Soy Técnico Industrial, de profesión pero durante los últimos 29 años estuve viviendo de la elaboración de artesanías talladas en madera.
Como aficionado y enamorado de lo bello, también he pintado cuadros al óleo y hago fotografía, además escribo desde siempre, aunque en los últimos años le he dedicado con un poco mas de tiempo, el resultado es que tengo unos cuantos trabajos publicados hasta ahora. El acontecimiento culminante fue que el Gobierno de mi provincia, San Luis, me ha distinguido publicándome un libro de relatos, “ Anillos de Humo”, en razón de haber recibido una Mención Especial en un Concurso Nacional.
En este blog, voy a ir poniendo a consideración del mundo, mis cuentos, poesías, fotografías, (sobre todo de mi querida Provincia de San Luis, mi tierra de adopción, lugar donde nacieron mis hijos y también mis nietos) y fotografias de algunos cuadros y esculturas. Gracias, bienvenidos a mi casa virtual.


Roberto Enrique Sabbatini

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Revés


    Hoy como todos los días me desperté a la misma hora. Me desperecé, bostecé y miré el reloj, como todos los días.

    Como todos los días saqué mis pies de la cama y los puse sobre la mullida alfombra, que hoy, estaba apoyada en el techo

Castillo de La Toma Vieja- San Luis








sábado, 31 de agosto de 2013

La entrada al túnel



   
  
     Hacia mucho tiempo que Alberto estaba viendo en aquel rincón oscuro, lleno de cosas viejas y en desuso, un gran agujero en la pared.

    Era un hueco lo bastante grande como para permitir el paso de una persona, redondo, de bordes irregulares. Parecía la entrada de un túnel y estaba completamente cubierto de telarañas. Su aspecto era tenebroso y desagradable, inspiraba miedo pero él sentía que debía pasar por allí y que lo estaba demorando.

    Ese día le había parecido especialmente triste. No había viento, los perros del vecindario, siempre tan molestos, casi no habían ladrado y le pareció que los pájaros cantaron menos que lo habitual. Hasta notó menos transito en las calles.

    Muchas veces en los últimos tiempos había intentado asomarse al hueco respondiendo al extraño mandato que le venía desde muy adentro pero a la vez, sentía un profundo rechazo, una pavorosa sensación de espanto que lo alejaba rápidamente de aquel siniestro rincón. Era como si hubiera dos fuerzas pugnando dentro de él.

    Aquel día raro, tan serenamente triste, al pasar  frente al agujero, volvió a sentir aquel llamado. Se acercó lentamente sobreponiéndose al rechazo que sentía. Quedó parado frente a él, como midiéndolo. Titubeó y finalmente en un impulso apartó las telarañas de la entrada con el brazo, pasó una pierna y luego doblándose y agachando la cabeza pasó con todo el cuerpo por la estrecha abertura.

    Al entrar al túnel, lo que le había parecido desde afuera, una oscura cueva, era una sala enorme poderosamente iluminada y llena de gente que, al verlo llegar, comenzó a darle grandes muestras de afecto.

    Sintió una profunda emoción al  ver tantas caras familiares, aunque no podía decir con certeza quienes eran. Avanzó hacia ellos, muy feliz, recibiendo abrazos y palmadas cariñosas. Se confundió entonces con toda aquella gente, mientras lamentaba haber  tardado tanto en decidirse a entrar al túnel.

 

     En la puerta de su casa Alberto yacía en el suelo rodeado por los vecinos, que solícitos y alarmados trataban de reanimarlo. Aún tenia la llave de la puerta en su mano como disponiéndose a entrar.

    Finalmente llegó una ambulancia, como siempre, demasiado tarde.

 

 

                                                                                                        De :   Anillos de Humo

                                                                                                Publicado por San Luis Libros

                                                                                                   S. Luis- Argentina- 2011



lunes, 29 de julio de 2013

La Sombra Extraviada


            Una sombra había perdido el cuerpo que la proyectaba. Yo di casualmente con ella, mejor dicho, ella dio conmigo.  
            Estaba esperando el colectivo y por mi posición relativa respecto del Sol, mi sombra no se veía. La sombra perdida al no ver mi sombra pensó que yo era su cuerpo y se pegó a mí.
             No me dí cuenta de eso hasta que al bajar del colectivo y caminar por la calle con el Sol a mis espaldas, vi dos sombras moviéndose delante de mi.
             Me di vuelta para ver quien me seguía, pero no, yo caminaba solo por la vereda. Quedé bastante intrigado por aquel fenómeno.
            Al dar vuelta en la esquina quedé caminando a cubierto del sol, por lo tanto no había sombras. Al llegar a la siguiente esquina y cruzar la calle, vi que mi sombra tenia cuatro piernas. Me ganó la curiosidad  y comencé a hacer cabriolas y movimientos para ver que hacía mi sombra.
            Mi sombra siempre aparecía doble, me detuve a razonar lo que estaba pasando y con sorpresa vi que mis dos sombras comenzaban a forcejear entre ellas, primero a los empujones y luego a darse golpes, trompadas y patadas.
            ¿Como podía ser que estando yo inmóvil mi sombra estuviera luchando ferozmente consigo misma? No salía de  mi asombro.
            Algunos transeúntes que pasaban interfirieron sus sombras con mi sombra doble y su extraña puja. Por momentos había una total confusión de sombras, hasta que quedé nuevamente solo, parado en aquella esquina, tratando de resolver el enigma.
            Fue ahí que vi  como una de mis sombras, echaba a la otra. Con  un brazo extendido le señalaba  que se fuera. La otra sombra, con los hombros caídos y la cabeza gacha se apartó, vencida, y con actitud resignada, dio unos pasos, se dio vuelta, me hizo un ademán de despedida y se fue calle abajo perdiéndose bajo la sombra de los árboles, que la recibieron solidarias.



                                                                                                        De :   Anillos de Humo
                                                                                                Publicado por San Luis Libros

                                                                                                   S. Luis- Argentina- 2011

domingo, 21 de julio de 2013

Tarde en Cruz de Piedra ( S. Luis)



Perspectiva


Hola a todos mis seguidores. Debo disculparme por haber interrumpido la publicación de mis trabajos. Una situación familiar requirió de toda mi atención en los últimos meses. Felizmente todo volvió mas o menos a la normalidad, ahora y por lo tanto, a partir de hoy voy a reanudar esas publicaciones. Gracias

Entrada al túnel

     Hacia mucho tiempo que Alberto estaba viendo en aquel rincón oscuro, lleno de cosas viejas y en desuso, un gran agujero en la pared.
    Era un hueco lo bastante grande como para permitir el paso de una persona, redondo, de bordes irregulares. Parecía la entrada de un túnel y estaba completamente cubierto de telarañas. Su aspecto era tenebroso y desagradable, inspiraba miedo pero él sentía que debía pasar por allí y que lo estaba demorando.
    Ese día le había parecido especialmente triste. No había viento, los perros del vecindario, siempre tan molestos, casi no habían ladrado y le pareció que los pájaros cantaron menos que lo habitual. Hasta notó menos transito en las calles.
    Muchas veces en los últimos tiempos había intentado asomarse al hueco respondiendo al extraño mandato que le venía desde muy adentro pero a la vez, sentía un profundo rechazo, una pavorosa sensación de espanto que lo alejaba rápidamente de aquel siniestro rincón. Era como si hubiera dos fuerzas pugnando dentro de él.
    Aquel día raro, tan serenamente triste, al pasar  frente al agujero, volvió a sentir aquel llamado. Se acercó lentamente sobreponiéndose al rechazo que sentía. Quedó parado frente a él, como midiéndolo. Titubeó y finalmente en un impulso apartó las telarañas de la entrada con el brazo, pasó una pierna y luego doblándose y agachando la cabeza pasó con todo el cuerpo por la estrecha abertura.
    Al entrar al túnel, lo que le había parecido desde afuera, una oscura cueva, era una sala enorme poderosamente iluminada y llena de gente que, al verlo llegar, comenzó a darle grandes muestras de afecto.
    Sintió una profunda emoción al  ver tantas caras familiares, aunque no podía decir con certeza quienes eran. Avanzó hacia ellos, muy feliz, recibiendo abrazos y palmadas cariñosas. Se confundió entonces con toda aquella gente, mientras lamentaba haber  tardado tanto en decidirse a entrar al túnel.

     En la puerta de su casa Alberto yacía en el suelo rodeado por los vecinos, que solícitos y alarmados trataban de reanimarlo. Aún tenia la llave de la puerta en su mano como disponiéndose a entrar.
    Finalmente llegó una ambulancia, como siempre, demasiado tarde.


                                                                                                        De :   Anillos de Humo
                                                                                                Publicado por San Luis Libros

                                                                                                   S. Luis- Argentina- 2011

viernes, 8 de marzo de 2013

Otro trabajos en madera de algarrobo



Esa Vieja Historia

        Una tibia y hermosa mañana radiante de sol, dos niños correteaban por el prado vecino a un rumoroso arroyo, jugando y saltando. Se los veía alegres y llenos de dicha.
       Ambos eran hermosos y casi idénticos. Al verlos cualquiera diría que eran gemelos. Tenían la piel cobriza, los cabellos dorados llenos de rizos y sus cuerpos eran esbeltos, bien formados y llenos de energía.
      La suave brisa agitaba los pastos cubiertos de espigas que crecían en el bajo, junto al curso de agua que corría saltando entre las piedras brillantes.
      De pronto, uno de los niños se detuvo señalando algo, mientras el otro se esforzaba en vano por ver de qué se trataba.
 — ¡Es un Maribrís!— gritó el primero.
 — ¿Qué es eso?— preguntó el segundo.
 —Es un ser muy puro, mitad lombriz mitad mariposa –—explicó el primero.
         El extraño ser simbolizaba la unidad del cielo y de la tierra y podía andar tanto bajo ella como luego volar hacia las alturas libremente.
         Esa mañana apareció volando graciosamente entre la vegetación, alimentándose del néctar de las flores pero solamente de las de color blanco, a tal extremo llegaba su pureza.
         El Maribrís era bello y fantástico, con su larguísimo cuerpo, hamacándose pendiendo de las hermosas alas azul muy brillante, listado de plateado y moviéndose majestuoso en el aire matinal.
—Pero yo no veo nada — protestó el segundo niño.
— Dicen que sólo las almas puras pueden verlo— sentenció el primero
— ¿Y por qué yo no lo veo? — preguntó triste el segundo
— Será que no eres tan puro —
— ¿Por qué siempre te burlas de mi? —
     El primero de los niños contestó con una sonora carcajada. El segundo, malhumorado, se acercó al arroyo, tomó una pesada piedra y se la arrojó al primero mientras gritaba:
— ¡Maldito Abel, me tienes harto!—
         


                                                                                                        De :   Anillos de Humo
                                                                                                Publicado por San Luis Libros
                                                                                                   S. Luis- Argentina- 2011

miércoles, 20 de febrero de 2013

Algunas de mis pinturas

Hace unos cuantos años hice el intento de pintar al óleo, en ese tiempo realicé una veintena de trabajos pero eso me trajo algunos problemas familiares, por lo que dejé de pintar. Años después quise retomar este arte pero ya no pude volver a hacerlo por mas que lo intenté muchas veces. Cosas de la vida.





Acá tres de aquellos cuadros, se trata de óleos sobre cartón y su tamaño es de aproximadamente 0,50x0,80 metros

El Guardián

Un día, no sé bien como ni por qué, apareció en casa de mis padres, en el apartado pueblo donde vivíamos, un inglés. Este hombre buscaba una habitación con baño. Mi padre le mostró lo que había y cerraron trato.
Así es que el inglés se quedó a vivir en casa y llegó hasta nosotros un mundo que no imaginamos nunca.
Con el transcurrir del tiempo, mis hermanos, los otros chicos y yo fuimos conociéndolo mejor.
Una vez en esas reuniones que hacíamos a la siesta, bajo la higuera del fondo, llegamos a la conclusión de que era un tipo muy interesante. Se veía que sabía mucho y no solo nuestra ruidosa presencia no le molestaba, sino que más bien parecía agradarle porque siempre nos llamaba para contarnos unas historias rarísimas.
Era arqueólogo, nos dijo que había estado trabajando en unas tumbas en Egipto, también en la India y en Méjico
Pese a las recomendaciones de mamá de no molestarlo, siempre tratábamos de andar cerca de él. Es que no podíamos resistir la tentación de oír algunas de esas fascinantes historias que en su castellano champurreado tenían un encanto especial. Cuando contaba, nos mostraba montones de fotografías que guardaba en unas cajas de lata, que habían sido de té en otros tiempos.
Nunca lo dijo pero nos dio la impresión de que no quería trabajar más de arqueólogo y no nos explicábamos que habría venido a hacer a nuestro pueblito, donde nunca pasó nada que fuera digno de estudiarse. Al parecer no quería trabajar de nada porque no se buscaba ninguna ocupación. Se levantaba temprano, salía a caminar por los campos, llegaba puntual antes del almuerzo, dormía una siesta y, después, se iba al boliche de Don Belisario donde se pasaba horas charlando con los parroquianos.
Así vivió casi dos años. Siempre pagó regularmente el alquiler y se mostró respetuoso y correcto con mis padres y todos los vecinos.
La fama de contar historias y cuentos lo habían hecho el héroe de todos los chicos del pueblo pero mis hermanos y yo nos enorgullecíamos de tener siempre la primicia. Además Don James nos era muy útil porque nos ayudaba con la tarea de la escuela.
Un día caluroso como pocos, una empresa de transportes le trajo una caja de madera bastante grande que él se apuró a guardar en la habitación.
A partir de ese momento nos dimos cuenta de que algo había cambiado. Lo vimos preocupado, taciturno, pasaba poco tiempo en casa, nos pareció que no quería estar en su habitación.
Comenzó a quedarse mas tiempo en el boliche, sin embargo ya no hablaba con nadie y hasta se emborrachó un par de veces.
Una mañana poquitos días después, vino Don Pascual Sosa con su carro a buscar al Mister james y según dijo a mamá, él lo había contratado para que se llevara unas basuras que quería tirar. Pero el inglés no contestó a todos los llamados que hicimos. Pensamos que había salido muy temprano pero tampoco lo vimos regresar. Mamá dijo que como no vino a almorzar, estaría enfermo.
Pasaron no sé si uno o dos días y en el concilio de la siesta bajo la higuera, Marita, mi hermana mas chica, la mas chismosa de nosotros, nos contó que se había trepado por la enredadera
-“yo miré por la ventana y Don James está durmiendo. No, no me miren así, yo no miento…”-
A la mañana siguiente y como Don James seguía sin aparecer, se lo contamos a mamá, mamá se lo contó a papá cuando vino a almorzar. Papá se fue decidido para la pieza del inglés y nosotros detrás. Golpeó fuertemente la puerta y como no tuvo respuesta, se subió por la enredadera pero no alcanzó a ver por donde lo hiciera Marita. Nosotros… llenos de angustia.
A papá la cosa no le gustó, porque se bajó de la enredadera y se fue para la plaza sin decir palabra. Al rato volvió con el oficial de la policía y un agente, los vecinos que ya se habían juntado tuvieron que abrirles paso y todos, con mamá se preguntaban que podría haber pasado.
Violentaron la puerta que estaba cerrado por dentro y entraron. Nosotros quisimos hacer lo mismo, Marita la primera pero mamá nos cortó el paso. A pesar de todo pude asomarme. Adentro había muchas moscas y se olía mal, como a podrido. Los policías se tapaban la cara con los pañuelos.
No vi al inglés pero si pude ver muy bien la caja que había recibido hacía poco. Estaba abierta por un costado, dentro se veía una estatua de un perro sentado, igualito al de las etiquetas de los discos de la Víctor y era grande, muy grande porque tenía mi altura y yo con mis once años era bastante más alto que un perro.
Recordé entonces que el arqueólogo nos había mostrado fotos de esa estatua. Nos había contado que era el guardián de un sarcófago en una tumba que el descubriera, o algo por el estilo.
Una mano me tomó fuertemente del brazo y me sacó de la puerta y de mis cavilaciones, era mamá.
Cuando papá y los policías salieron, les oí decir que el inglés estaba muerto, que lo había mordido en el cuello un perro muy grande. ¡Y de una sola mordida! , mientras dormía de una borrachera.
Nunca se pudo saber que perro había sido, ni como había entrado a la pieza de Don James.




Publicado en :
Letras Argentinas de Hoy
Antologia
Edit de los Cuatro Vientos
Bs As 2008

domingo, 3 de febrero de 2013

Algunas esculturas talladas por mi





La Tapia

Desde la cama se podía ver un hermoso sector de las sierras. Aquí cerca las matas de “cosmos” con sus flores anaranjadas, como si flotaran en el aire, un poco más allá unos arbustos verde oscuro salpicados por los tonos más claros de los “churquis.” Detrás se veían en toda su imponencia los “Comechingones”. Algunas nubes cubrían parcialmente las cumbres, corriendo hacia el sur manchando de blanco grisáceo los ocres y verdes del macizo.
Tal era el universo de don José, desde que, por aquel accidente quedara postrado y a una edad ya muy avanzada como para poder tener una rehabilitación completa.
Al viejo sólo le quedaba una alternativa: ver pasar los días a través de la ventana y desde su cama.
Estaba resignado y no le molestaba demasiado su situación. Ya había pasado dos inviernos así y ahora que estaba promediando el otoño, esperaba mansamente pasar un tercero.
Don José leía bastante pero disfrutaba mucho más mirando por la ventana. Él ya se conocía de memoria las plantas que se ve veían en ese, su cuadro mágico y conocía todos sus cambios al paso de las estaciones. Sabía a la perfección los hábitos de los pájaros, todos sus horarios y hasta les había puesto nombres propios y disfrutaba con sus cantos y movimientos.
Su esposa, no tan anciana como él, lo atendía rutinariamente con los otros quehaceres de la casa. No era esto una carga pesada para ella, pues en la casa había una empleada doméstica que hacía las tareas más ingratas.
De tanto en tanto los hijos venían a visitar a don José y traían a los nietos que alegraban la monótona vida del anciano.
Pero don José de lo que realmente disfrutaba, era de ese trozo de paisaje serrano que veía desde su ventana. Esa era para él la actividad principal del día.
Algunas tardes Antonia, su mujer, se sentaba en un sillón al lado de la cama del viejo y mientras tejía le contaba las novedades del pueblo, de los vecinos, de los hijos y de los nietos. Él a su vez le hablaba de las novedades de su cuadro mágico, de las plantas y de los pájaros, de los colores de las sierras, de las nubes….
Cierta vez confesó a su esposa que era muy feliz, a pesar de su invalidez, porque tenía esa ventana
— ¿Sabés?, si alguna vez el vecino construyera el cerco, creo que me moriría —
—No digas pavadas — protestó la mujer cariñosamente
— Ni el vecino va a construir el cerco, ni vos te vas a morir — agregó con ternura
El tiempo seguía transcurriendo y las sierras desaparecieron tras las nubes por varios días. Cuando se despejaron aparecieron cubiertas de nieve. El invierno ya estaba encima, Las heladas hicieron que los colores de la vegetación cambiaran al pardo rojizo, algunas plantas quedaron reducidas a palos secos, ya no había hojas en los árboles.
Ahora todo parecía más amplio, las sierras más grandes. Para don José esto no era nuevo, él sabía muy bien que era lo que seguía en cada etapa de su paisaje.
Una mañana ocurrió algo fuera de lo normal. Se vio un par de albañiles moverse, entrando y saliendo del cuadro mágico y para desesperación del viejo comenzaron a levantar un tapial de ladrillos. Su esposa trató vanamente de tranquilizarlo.
— Solo es una pared bajita — le decía.
Pero con gran rapidez la tapia se elevó mas o menos dos metros del suelo y desde la cama de don José quedó oculto el terreno lindero con el jardín los arbustos y las sierras. Solo quedó visible una angosta franja de cielo.
Para el pobre viejo fue un golpe durísimo. Algún tiempo después entregó su alma y fue sepultado con gran consternación y dolor por sus hijos, parientes, amigos y vecinos.
Después de la muerte de don José y para que Antonia no se sintiera tan sola, los hijos traían por las tardes a los nietos a la casa paterna.
Entonces la casa, hasta ahora, casi siempre silenciosa, se llenaba de las risas y los gritos de los niños con sus juegos.
Una tarde el nieto mas chico preguntó a su abuela
—Abu, ¿Para qué hiciste hacer ese pedacito de pared contra el vecino?—
La abuela parece que no escuchó la pregunta, porque ésta quedó sin respuesta. Y como para el chico tan solo era una pared más, siguió jugando tranquilamente, sin volver a preguntar por aquella solitaria tapia de unos tres metros de largo por dos de alto que no tenía ninguna función aparente.


De : Anillos de Humo
Publicado por San Luis Libros
S. Luis- Argentina- 2011

viernes, 25 de enero de 2013

Las Máscaras del Ingeniero Fuentes

Todo comenzó con una molesta picazón en la frente. Él estaba sentado en un rincón oscuro de la sala. No estaba enfermo pero se sentía mal. Era como si un enorme peso le hubiera caído encima.
Se pasó la mano por la frente y tuvo la sensación de que se le salía una pequeña capa de piel. Miró lo que había quedado en su mano y vio una suave y húmeda pelusa gris. Jugueteando con ella entre los dedos hizo una bolita que tiró al piso.
Le faltaban ganas hasta de pensar. Siguió pasándose la mano por la cara largo rato sin darse cuenta que estaba sacándose capa tras capa el revestimiento de su cara, que estrujaba y tiraba al piso en gesto automático.
No tenía idea del tiempo que llevó haciendo eso, solo sabía que con cada capa de cáscara que sacaba se sentía mas leve, mas autentico y eso le daba cierto placer.
Estaba solo en la casa, su mujer había ido a hacerle compañía a su madre como siempre. El Ingeniero seguía raspando su cara y a cada capa que sacaba de su rostro, le afloraban extraños recuerdos.
Le invadió una gran angustia cuando se dio cuenta que se estaba sacando las mascaras que había usado en su vida. Se sintió poco menos que la nada cuando se dio cuenta de todas las que se había ido aplicando sobre si mismo para convivir con quienes tuvo que hacerlo en su vida. Sus padres, sus hermanos, sus compañeros, parientes, jefes y empleados. Sus amores, sus mujeres, sus enemigos y pudo recordar en qué ocasión había usado cada una de las caretas que se estaba sacando.
Reflexionó que su vida había sido una farsa. A lo largo de su existencia hizo miles y miles de cosas con las que no estuvo de acuerdo y convivió con personas a las que detestaba, sólo para ser tenido en cuenta. Para que lo quisieran.
Así fue que encontró bajo las bolsas de sus ojos, unas piedras duras y muy pesadas formadas por todas las lágrimas comprimidas que no se había permitido derramar.
De los costados de su boca fue quitando gruesas capas de sonrisas que tuvo que portar a pesar de no sentirlas.
Había simulado ser buen alumno, cuando no tenía ganas de estudiar, solo para que su padre, hombre rustico e insensible pudiera decir:“Mi hijo el Ingeniero” y así tal vez le prestara mas atención que a su bicicleta.
Nunca, a pesar de lo que él hiciera su padre le demostró afecto.
—Es flaco y desnutrido— decía.
Y él redoblaba los esfuerzos para parecer fuerte y seguro.
(a pesar de que sabia que eran mentiras y hubiera querido estrangularla) con esas enfermedades inexistentes, que sabía usar tan bien para manejar a toda la familia. Como cuando debió suspender su luna de miel por un pico de presión. O esos casuales malestares, justo cuando le tocaba salir de vacaciones
Sacando mascaras, apareció la de “Cara de Guerra” que un suboficial le exigía cuando hizo el servicio militar. Tenía el seño fruncido los ojos entrecerrados, amenazadores y las mandíbulas apretadas.
Apareció la carita de chico prolijo bien afeitado y pelito corto que usó todo ese tiempo en el que quería ser “hippie”.
Surgieron las caras de “pobrecito” que usó una y otra vez, cuando a los catorce años y se iba de casa de sus padres y no animándose a ir más lejos, caía en casa de sus abuelos con el bolsito de la ropa.

Del mismo modo salió la cara de ángel y alumno aplicado que una vez usó, cuando su instinto quería meterse bajo las faldas de la profesora de Castellano.
Así continúo sacando capa tras capa. Tuvo que despegar grandes bloques de caras de enojo, todas las que había tenido que usar para impresionar cada vez que estaba muerto de miedo, cuando las malas nota en la escuela, cuando buscaba trabajo, cuando tenía algo que ocultar, cuando sus hijos pedían cosas imposibles y las que tuvo que usar tantas veces con su primera esposa cuando las cosas con ella se pusieron difíciles y le exigía cada vez mas dinero y cosas para la casa. O lo ponía en ridículo frente a todos y no lo acompañaba a ningún lado, debiendo andar siempre solo, con “cara de hombre serio”.
Fueron muchas las mascaras que debió ponerse esos largos 27 años de matrimonio, aunque al final ya estaban de mas porque no lo protegían de nada.
Debió usar mascaras atemorizantes también con sus jefes, empleados y proveedores. Con todos los que le querían vender cosas que no quería comprar pero insistían y hasta la usó con los Testigos de Jehová. ¿Por qué tendrá que haber tanta gente molesta, amenazando la tranquilidad ajena y de la que uno tenga que protegerse?
La mas ridícula de todas sus máscaras, le pareció la de “Hombre importante”, esa que usaba profesionalmente. La comisura de los labios hacia abajo en expresión de desprecio, las cejas arqueadas para arriba en gesto petulante. ¡Y pensar que con esa cara convenció a montones de idiotas de cuestiones imposibles!
Se recibió de Ingeniero con buenas notas pero él quería ser poeta y tocar la guitarra.
Siguió sacando montones de mascaras de enfadado. También aparecieron las de indiferencia, algo así como: “No me vengan a cobrar, que no tengo plata” que tuvo que usar con los acreedores cuando su matrimonio terminó en divorcio y quedó en la ruina.
Así anduvo por la vida usando máscaras que lo ayudaran a sobrevivir. Hasta que un día se enamoró y su cara se llenó de felicidad y le brillaban los ojos y no necesitó de ninguna máscara por un tiempo.
Pero siempre pasa que cuando un hombre y una mujer quieren ser felices y se van a vivir juntos, todo su entorno, que se siente desplazado por la nueva relación entra en acción. Hay que usar nuevamente máscaras para impresionar y que no te pasen por arriba.
Y así fue que tuvo que volver a usar máscaras risueñas para no quedar mal con gente a la que no soportaba pero con la que tenía que llevarse bien, “máscaras cara de perro” para que no le quieran manejar la vida, máscaras y mas máscaras.
Prosiguió así aquella tarde, desmontando enormes trozos de mascaras solidificadas. Hasta sus mismas manos estaban enmascaradas. En realidad ninguna parte de su cuerpo escapaba a la escenografía. Él siempre había sido muy flaco, hasta le daba vergüenza ir a la playa porque se le notaban las costillas, así es que tenía en su casa un aparato de gimnasia para mejorar los músculos y disimular aquellos huesos. Ahora, su suegra estaba empeñada en engordarlo a toda costa para que la consuegra no pensara que su hija no lo atendía. Ni siquiera le permitían ser flaco...auténticamente él.
Durante aquella demolición de su pasado llegó el momento que en su cara, cuello y hombros ya no había mas restos de máscaras y entonces sus manos podían entrar en la cabeza. Es decir en el hueco donde había estado y seguir sacando trozos grandes y pequeños que se resquebrajaban cayendo al piso. Las manos seguían desmontando, escarbando en el interior del cuerpo, donde también había toda una escenografía montada. Como el caso del hígado y estómago enmascarados para aceptar todas las comidas que le hacían comer y no eran de su agrado.
Continúo por las piernas de cotizado bailarín de fiestas familiares, aunque él detestaba el baile.
Y por fin también cayeron las manos. Y ya no quedó nada del Ingeniero Pedro Fuentes, solo una montaña de escombros alrededor de la silla que ocupara.
A su mujer le afectó mucho su misteriosa desaparición, según ella injustificada, sin siquiera despedirse y dejándole toda esa basura en la sala.

De : Anillos de Humo
Publicado por San Luis Libros
S. Luis- Argentina- 2011

Entrada a Merlo, San Luis

domingo, 13 de enero de 2013

Sierra de Las Quijadas- San Luis- Argentina

Una mañana agitada

Subí al colectivo “D” y pagué el boleto con un billete de cinco pesos.
— ¿No tiene monedas?— rezongó el conductor de mala gana y sin esperar respuesta, me dio el cambio, acelerando la marcha.
Medio a los tumbos, pasé hacia el fondo del coche, tomándome con dificultad de los pasamanos por lo brusco de las maniobras. A mi sólo me preocupaba no llegar tarde al trabajo.
El conductor del transporte parecía enloquecido zigzagueando por entre el tránsito. Cruzaba las bocacalles a toda velocidad violando los semáforos pero yo estaba muy satisfecho con todo eso, porque no llegaría tarde.
Por esquivar a un peatón se subió a la vereda, impactó con violencia contra una columna de luz. Hubo gritos e insultos, los que estábamos parados en mitad del coche fuimos a parar contra el asiento del conductor o sobre el motor y la maquina de boletos, una señora cayó por la escalerilla de la puerta delantera.
Cuando todo se calmó, los pasajeros, bastante aturdidos por los golpes, nos reincorporamos y comprobamos que no había nadie lastimado.
Yo estaba muy apurado así que me bajé rápidamente y desentendiéndome de lo ocurrido comencé a caminar por Mitre. La oficina donde estoy empleado quedaba en esa calle, a solo tres cuadras de donde estábamos detenidos.
Caminé rápido y con paso seguro. Pensé que sería por eso que la gente me miraba.
Dos veces me cercioré de no tener la ropa rota o desacomodada pero la gente seguía deteniéndose para mirarme cuando yo pasaba.
De todos modos, lo único que me preocupaba era no llegar tarde a la oficina.
Finalmente llegué muy agitado.
—Buen día— dije en voz alta
Todos quedaron inmóviles, mirándome
— ¿Qué pasa?— pregunté
La chica que estaba más cerca de mí, tapándose la boca con la mano derecha extendida, dijo casi en un suspiro
— ¡Tu cabeza!—
— ¿Qué tiene mi cabeza?—
Hubo un largo silencio y por fin alguien allá en el fondo dijo
— ¡No está… tu cabeza no está!—



De : Anillos de Humo
Publicado por San Luis Libros
S. Luis- Argentina- 2011

sábado, 5 de enero de 2013

Nubes...

Soledad...


 

 

                                                Teléfono que no suena…
                                                Puertas que no se abren.
                                                Oscuridad y silencio
                                                al regreso a casa.

Un solo cubierto en la mesa.
                                                Mi cara en el espejo
                                                preguntando ¿para qué?

Es pena,
                                                Es vacío.
                                                Un tormento.

Agujero en el pecho,
                                                por el que escapa
                                                grito silencioso de auxilio.

Es nada.
                                                Es invierno.
                                                Sentir un desgarro
                                                al ver a dos que se besan.

Tener manos
                                                y no poder tomar otras.

Cama helada
                                                en medio del verano.

Soledad es “yo”,
                                                cuando no hay un “tú”

Es eso que falta
                                                y no sabemos que es.

Un brindis con el vacío
                                                la noche de fin de año.

 
                                                                      Publicado por:

   “El Diario de la República
Suplemento Día de la Poesia
San Luis, 22 de marzo 2008