Una sombra había perdido el cuerpo que la proyectaba. Yo di casualmente
con ella, mejor dicho, ella dio conmigo.
Estaba esperando el colectivo y
por mi posición relativa respecto del Sol, mi sombra no se veía. La sombra
perdida al no ver mi sombra pensó que yo era su cuerpo y se pegó a mí.
No me dí cuenta de eso hasta que al bajar del colectivo y caminar por la
calle con el Sol a mis espaldas, vi dos sombras moviéndose delante de mi.
Me di vuelta para ver quien me seguía, pero no, yo caminaba solo por la
vereda. Quedé bastante intrigado por aquel fenómeno.
Al dar vuelta en la esquina quedé caminando a cubierto del sol, por lo
tanto no había sombras. Al llegar a la siguiente esquina y cruzar la calle, vi
que mi sombra tenia cuatro piernas. Me ganó la curiosidad y comencé a hacer cabriolas y movimientos
para ver que hacía mi sombra.
Mi sombra siempre aparecía doble, me detuve a razonar lo que estaba
pasando y con sorpresa vi que mis dos sombras comenzaban a forcejear entre
ellas, primero a los empujones y luego a darse golpes, trompadas y patadas.
¿Como podía ser que estando yo inmóvil mi sombra estuviera luchando
ferozmente consigo misma? No salía de mi
asombro.
Algunos transeúntes que pasaban interfirieron sus sombras con mi sombra
doble y su extraña puja. Por momentos había una total confusión de sombras,
hasta que quedé nuevamente solo, parado en aquella esquina, tratando de
resolver el enigma.
Fue ahí que vi como una de mis sombras,
echaba a la otra. Con un brazo extendido
le señalaba que se fuera. La otra
sombra, con los hombros caídos y la cabeza gacha se apartó, vencida, y con actitud
resignada, dio unos pasos, se dio vuelta, me hizo un ademán de despedida y se
fue calle abajo perdiéndose bajo la sombra de los árboles, que la recibieron
solidarias.
De : Anillos de Humo
Publicado por
San Luis Libros
S. Luis- Argentina- 2011
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