Hacia
mucho tiempo que Alberto estaba viendo en aquel rincón oscuro, lleno de cosas viejas
y en desuso, un gran agujero en la pared.
Era un hueco lo bastante grande como para
permitir el paso de una persona, redondo, de bordes irregulares. Parecía la
entrada de un túnel y estaba completamente cubierto de telarañas. Su aspecto
era tenebroso y desagradable, inspiraba miedo pero él sentía que debía pasar
por allí y que lo estaba demorando.
Ese día le había parecido especialmente
triste. No había viento, los perros del vecindario, siempre tan molestos, casi
no habían ladrado y le pareció que los pájaros cantaron menos que lo habitual.
Hasta notó menos transito en las calles.
Muchas veces en los últimos tiempos había
intentado asomarse al hueco respondiendo al extraño mandato que le venía desde muy
adentro pero a la vez, sentía un profundo rechazo, una pavorosa sensación de
espanto que lo alejaba rápidamente de aquel siniestro rincón. Era como si hubiera
dos fuerzas pugnando dentro de él.
Aquel
día raro, tan serenamente triste, al pasar
frente al agujero, volvió a sentir aquel llamado. Se acercó lentamente sobreponiéndose
al rechazo que sentía. Quedó parado frente a él, como midiéndolo. Titubeó y
finalmente en un impulso apartó las telarañas de la entrada con el brazo, pasó
una pierna y luego doblándose y agachando la cabeza pasó con todo el cuerpo por
la estrecha abertura.
Al
entrar al túnel, lo que le había parecido desde afuera, una oscura cueva, era
una sala enorme poderosamente iluminada y llena de gente que, al verlo llegar, comenzó
a darle grandes muestras de afecto.
Sintió
una profunda emoción al ver tantas caras
familiares, aunque no podía decir con certeza quienes eran. Avanzó hacia ellos,
muy feliz, recibiendo abrazos y palmadas cariñosas. Se confundió entonces con
toda aquella gente, mientras lamentaba haber tardado tanto en decidirse a entrar al túnel.
En la
puerta de su casa Alberto yacía en el suelo rodeado por los vecinos, que
solícitos y alarmados trataban de reanimarlo. Aún tenia la llave de la puerta
en su mano como disponiéndose a entrar.
Finalmente llegó una ambulancia, como
siempre, demasiado tarde.
De
: Anillos de Humo
Publicado por San Luis Libros
S.
Luis- Argentina- 2011
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