Mi idea al abrir este blog, es la de compartir mis trabajos en el arte, no como una manera de exhibirme, sino como agradecimiento a la vida por los dones que me ha dado.
Soy Técnico Industrial, de profesión pero durante los últimos 29 años estuve viviendo de la elaboración de artesanías talladas en madera.
Como aficionado y enamorado de lo bello, también he pintado cuadros al óleo y hago fotografía, además escribo desde siempre, aunque en los últimos años le he dedicado con un poco mas de tiempo, el resultado es que tengo unos cuantos trabajos publicados hasta ahora. El acontecimiento culminante fue que el Gobierno de mi provincia, San Luis, me ha distinguido publicándome un libro de relatos, “ Anillos de Humo”, en razón de haber recibido una Mención Especial en un Concurso Nacional.
En este blog, voy a ir poniendo a consideración del mundo, mis cuentos, poesías, fotografías, (sobre todo de mi querida Provincia de San Luis, mi tierra de adopción, lugar donde nacieron mis hijos y también mis nietos) y fotografias de algunos cuadros y esculturas. Gracias, bienvenidos a mi casa virtual.


Roberto Enrique Sabbatini

viernes, 25 de enero de 2013

Las Máscaras del Ingeniero Fuentes

Todo comenzó con una molesta picazón en la frente. Él estaba sentado en un rincón oscuro de la sala. No estaba enfermo pero se sentía mal. Era como si un enorme peso le hubiera caído encima.
Se pasó la mano por la frente y tuvo la sensación de que se le salía una pequeña capa de piel. Miró lo que había quedado en su mano y vio una suave y húmeda pelusa gris. Jugueteando con ella entre los dedos hizo una bolita que tiró al piso.
Le faltaban ganas hasta de pensar. Siguió pasándose la mano por la cara largo rato sin darse cuenta que estaba sacándose capa tras capa el revestimiento de su cara, que estrujaba y tiraba al piso en gesto automático.
No tenía idea del tiempo que llevó haciendo eso, solo sabía que con cada capa de cáscara que sacaba se sentía mas leve, mas autentico y eso le daba cierto placer.
Estaba solo en la casa, su mujer había ido a hacerle compañía a su madre como siempre. El Ingeniero seguía raspando su cara y a cada capa que sacaba de su rostro, le afloraban extraños recuerdos.
Le invadió una gran angustia cuando se dio cuenta que se estaba sacando las mascaras que había usado en su vida. Se sintió poco menos que la nada cuando se dio cuenta de todas las que se había ido aplicando sobre si mismo para convivir con quienes tuvo que hacerlo en su vida. Sus padres, sus hermanos, sus compañeros, parientes, jefes y empleados. Sus amores, sus mujeres, sus enemigos y pudo recordar en qué ocasión había usado cada una de las caretas que se estaba sacando.
Reflexionó que su vida había sido una farsa. A lo largo de su existencia hizo miles y miles de cosas con las que no estuvo de acuerdo y convivió con personas a las que detestaba, sólo para ser tenido en cuenta. Para que lo quisieran.
Así fue que encontró bajo las bolsas de sus ojos, unas piedras duras y muy pesadas formadas por todas las lágrimas comprimidas que no se había permitido derramar.
De los costados de su boca fue quitando gruesas capas de sonrisas que tuvo que portar a pesar de no sentirlas.
Había simulado ser buen alumno, cuando no tenía ganas de estudiar, solo para que su padre, hombre rustico e insensible pudiera decir:“Mi hijo el Ingeniero” y así tal vez le prestara mas atención que a su bicicleta.
Nunca, a pesar de lo que él hiciera su padre le demostró afecto.
—Es flaco y desnutrido— decía.
Y él redoblaba los esfuerzos para parecer fuerte y seguro.
(a pesar de que sabia que eran mentiras y hubiera querido estrangularla) con esas enfermedades inexistentes, que sabía usar tan bien para manejar a toda la familia. Como cuando debió suspender su luna de miel por un pico de presión. O esos casuales malestares, justo cuando le tocaba salir de vacaciones
Sacando mascaras, apareció la de “Cara de Guerra” que un suboficial le exigía cuando hizo el servicio militar. Tenía el seño fruncido los ojos entrecerrados, amenazadores y las mandíbulas apretadas.
Apareció la carita de chico prolijo bien afeitado y pelito corto que usó todo ese tiempo en el que quería ser “hippie”.
Surgieron las caras de “pobrecito” que usó una y otra vez, cuando a los catorce años y se iba de casa de sus padres y no animándose a ir más lejos, caía en casa de sus abuelos con el bolsito de la ropa.

Del mismo modo salió la cara de ángel y alumno aplicado que una vez usó, cuando su instinto quería meterse bajo las faldas de la profesora de Castellano.
Así continúo sacando capa tras capa. Tuvo que despegar grandes bloques de caras de enojo, todas las que había tenido que usar para impresionar cada vez que estaba muerto de miedo, cuando las malas nota en la escuela, cuando buscaba trabajo, cuando tenía algo que ocultar, cuando sus hijos pedían cosas imposibles y las que tuvo que usar tantas veces con su primera esposa cuando las cosas con ella se pusieron difíciles y le exigía cada vez mas dinero y cosas para la casa. O lo ponía en ridículo frente a todos y no lo acompañaba a ningún lado, debiendo andar siempre solo, con “cara de hombre serio”.
Fueron muchas las mascaras que debió ponerse esos largos 27 años de matrimonio, aunque al final ya estaban de mas porque no lo protegían de nada.
Debió usar mascaras atemorizantes también con sus jefes, empleados y proveedores. Con todos los que le querían vender cosas que no quería comprar pero insistían y hasta la usó con los Testigos de Jehová. ¿Por qué tendrá que haber tanta gente molesta, amenazando la tranquilidad ajena y de la que uno tenga que protegerse?
La mas ridícula de todas sus máscaras, le pareció la de “Hombre importante”, esa que usaba profesionalmente. La comisura de los labios hacia abajo en expresión de desprecio, las cejas arqueadas para arriba en gesto petulante. ¡Y pensar que con esa cara convenció a montones de idiotas de cuestiones imposibles!
Se recibió de Ingeniero con buenas notas pero él quería ser poeta y tocar la guitarra.
Siguió sacando montones de mascaras de enfadado. También aparecieron las de indiferencia, algo así como: “No me vengan a cobrar, que no tengo plata” que tuvo que usar con los acreedores cuando su matrimonio terminó en divorcio y quedó en la ruina.
Así anduvo por la vida usando máscaras que lo ayudaran a sobrevivir. Hasta que un día se enamoró y su cara se llenó de felicidad y le brillaban los ojos y no necesitó de ninguna máscara por un tiempo.
Pero siempre pasa que cuando un hombre y una mujer quieren ser felices y se van a vivir juntos, todo su entorno, que se siente desplazado por la nueva relación entra en acción. Hay que usar nuevamente máscaras para impresionar y que no te pasen por arriba.
Y así fue que tuvo que volver a usar máscaras risueñas para no quedar mal con gente a la que no soportaba pero con la que tenía que llevarse bien, “máscaras cara de perro” para que no le quieran manejar la vida, máscaras y mas máscaras.
Prosiguió así aquella tarde, desmontando enormes trozos de mascaras solidificadas. Hasta sus mismas manos estaban enmascaradas. En realidad ninguna parte de su cuerpo escapaba a la escenografía. Él siempre había sido muy flaco, hasta le daba vergüenza ir a la playa porque se le notaban las costillas, así es que tenía en su casa un aparato de gimnasia para mejorar los músculos y disimular aquellos huesos. Ahora, su suegra estaba empeñada en engordarlo a toda costa para que la consuegra no pensara que su hija no lo atendía. Ni siquiera le permitían ser flaco...auténticamente él.
Durante aquella demolición de su pasado llegó el momento que en su cara, cuello y hombros ya no había mas restos de máscaras y entonces sus manos podían entrar en la cabeza. Es decir en el hueco donde había estado y seguir sacando trozos grandes y pequeños que se resquebrajaban cayendo al piso. Las manos seguían desmontando, escarbando en el interior del cuerpo, donde también había toda una escenografía montada. Como el caso del hígado y estómago enmascarados para aceptar todas las comidas que le hacían comer y no eran de su agrado.
Continúo por las piernas de cotizado bailarín de fiestas familiares, aunque él detestaba el baile.
Y por fin también cayeron las manos. Y ya no quedó nada del Ingeniero Pedro Fuentes, solo una montaña de escombros alrededor de la silla que ocupara.
A su mujer le afectó mucho su misteriosa desaparición, según ella injustificada, sin siquiera despedirse y dejándole toda esa basura en la sala.

De : Anillos de Humo
Publicado por San Luis Libros
S. Luis- Argentina- 2011

Entrada a Merlo, San Luis