Acá tres de aquellos cuadros, se trata de óleos sobre cartón y su tamaño es de aproximadamente 0,50x0,80 metros
Mi idea al abrir este blog, es la de compartir mis trabajos en el arte, no como una manera de exhibirme, sino como agradecimiento a la vida por los dones que me ha dado.
Soy Técnico Industrial, de profesión pero durante los últimos 29 años estuve viviendo de la elaboración de artesanías talladas en madera.
Como aficionado y enamorado de lo bello, también he pintado cuadros al óleo y hago fotografía, además escribo desde siempre, aunque en los últimos años le he dedicado con un poco mas de tiempo, el resultado es que tengo unos cuantos trabajos publicados hasta ahora. El acontecimiento culminante fue que el Gobierno de mi provincia, San Luis, me ha distinguido publicándome un libro de relatos, “ Anillos de Humo”, en razón de haber recibido una Mención Especial en un Concurso Nacional.
En este blog, voy a ir poniendo a consideración del mundo, mis cuentos, poesías, fotografías, (sobre todo de mi querida Provincia de San Luis, mi tierra de adopción, lugar donde nacieron mis hijos y también mis nietos) y fotografias de algunos cuadros y esculturas. Gracias, bienvenidos a mi casa virtual.
Roberto Enrique Sabbatini
miércoles, 20 de febrero de 2013
Algunas de mis pinturas
Hace unos cuantos años hice el intento de pintar al óleo, en ese tiempo realicé una veintena de trabajos pero eso me trajo algunos problemas familiares, por lo que dejé de pintar. Años después quise retomar este arte pero ya no pude volver a hacerlo por mas que lo intenté muchas veces. Cosas de la vida.
Acá tres de aquellos cuadros, se trata de óleos sobre cartón y su tamaño es de aproximadamente 0,50x0,80 metros
Acá tres de aquellos cuadros, se trata de óleos sobre cartón y su tamaño es de aproximadamente 0,50x0,80 metros
El Guardián
Un día, no sé bien como ni por qué, apareció en casa de mis padres, en el apartado pueblo donde vivíamos, un inglés. Este hombre buscaba una habitación con baño. Mi padre le mostró lo que había y cerraron trato.
Así es que el inglés se quedó a vivir en casa y llegó hasta nosotros un mundo que no imaginamos nunca.
Con el transcurrir del tiempo, mis hermanos, los otros chicos y yo fuimos conociéndolo mejor.
Una vez en esas reuniones que hacíamos a la siesta, bajo la higuera del fondo, llegamos a la conclusión de que era un tipo muy interesante. Se veía que sabía mucho y no solo nuestra ruidosa presencia no le molestaba, sino que más bien parecía agradarle porque siempre nos llamaba para contarnos unas historias rarísimas.
Era arqueólogo, nos dijo que había estado trabajando en unas tumbas en Egipto, también en la India y en Méjico
Pese a las recomendaciones de mamá de no molestarlo, siempre tratábamos de andar cerca de él. Es que no podíamos resistir la tentación de oír algunas de esas fascinantes historias que en su castellano champurreado tenían un encanto especial. Cuando contaba, nos mostraba montones de fotografías que guardaba en unas cajas de lata, que habían sido de té en otros tiempos.
Nunca lo dijo pero nos dio la impresión de que no quería trabajar más de arqueólogo y no nos explicábamos que habría venido a hacer a nuestro pueblito, donde nunca pasó nada que fuera digno de estudiarse. Al parecer no quería trabajar de nada porque no se buscaba ninguna ocupación. Se levantaba temprano, salía a caminar por los campos, llegaba puntual antes del almuerzo, dormía una siesta y, después, se iba al boliche de Don Belisario donde se pasaba horas charlando con los parroquianos.
Así vivió casi dos años. Siempre pagó regularmente el alquiler y se mostró respetuoso y correcto con mis padres y todos los vecinos.
La fama de contar historias y cuentos lo habían hecho el héroe de todos los chicos del pueblo pero mis hermanos y yo nos enorgullecíamos de tener siempre la primicia. Además Don James nos era muy útil porque nos ayudaba con la tarea de la escuela.
Un día caluroso como pocos, una empresa de transportes le trajo una caja de madera bastante grande que él se apuró a guardar en la habitación.
A partir de ese momento nos dimos cuenta de que algo había cambiado. Lo vimos preocupado, taciturno, pasaba poco tiempo en casa, nos pareció que no quería estar en su habitación.
Comenzó a quedarse mas tiempo en el boliche, sin embargo ya no hablaba con nadie y hasta se emborrachó un par de veces.
Una mañana poquitos días después, vino Don Pascual Sosa con su carro a buscar al Mister james y según dijo a mamá, él lo había contratado para que se llevara unas basuras que quería tirar. Pero el inglés no contestó a todos los llamados que hicimos. Pensamos que había salido muy temprano pero tampoco lo vimos regresar. Mamá dijo que como no vino a almorzar, estaría enfermo.
Pasaron no sé si uno o dos días y en el concilio de la siesta bajo la higuera, Marita, mi hermana mas chica, la mas chismosa de nosotros, nos contó que se había trepado por la enredadera
-“yo miré por la ventana y Don James está durmiendo. No, no me miren así, yo no miento…”-
A la mañana siguiente y como Don James seguía sin aparecer, se lo contamos a mamá, mamá se lo contó a papá cuando vino a almorzar. Papá se fue decidido para la pieza del inglés y nosotros detrás. Golpeó fuertemente la puerta y como no tuvo respuesta, se subió por la enredadera pero no alcanzó a ver por donde lo hiciera Marita. Nosotros… llenos de angustia.
A papá la cosa no le gustó, porque se bajó de la enredadera y se fue para la plaza sin decir palabra. Al rato volvió con el oficial de la policía y un agente, los vecinos que ya se habían juntado tuvieron que abrirles paso y todos, con mamá se preguntaban que podría haber pasado.
Violentaron la puerta que estaba cerrado por dentro y entraron. Nosotros quisimos hacer lo mismo, Marita la primera pero mamá nos cortó el paso. A pesar de todo pude asomarme. Adentro había muchas moscas y se olía mal, como a podrido. Los policías se tapaban la cara con los pañuelos.
No vi al inglés pero si pude ver muy bien la caja que había recibido hacía poco. Estaba abierta por un costado, dentro se veía una estatua de un perro sentado, igualito al de las etiquetas de los discos de la Víctor y era grande, muy grande porque tenía mi altura y yo con mis once años era bastante más alto que un perro.
Recordé entonces que el arqueólogo nos había mostrado fotos de esa estatua. Nos había contado que era el guardián de un sarcófago en una tumba que el descubriera, o algo por el estilo.
Una mano me tomó fuertemente del brazo y me sacó de la puerta y de mis cavilaciones, era mamá.
Cuando papá y los policías salieron, les oí decir que el inglés estaba muerto, que lo había mordido en el cuello un perro muy grande. ¡Y de una sola mordida! , mientras dormía de una borrachera.
Nunca se pudo saber que perro había sido, ni como había entrado a la pieza de Don James.
Publicado en :
Letras Argentinas de Hoy
Antologia
Edit de los Cuatro Vientos
Bs As 2008
Así es que el inglés se quedó a vivir en casa y llegó hasta nosotros un mundo que no imaginamos nunca.
Con el transcurrir del tiempo, mis hermanos, los otros chicos y yo fuimos conociéndolo mejor.
Una vez en esas reuniones que hacíamos a la siesta, bajo la higuera del fondo, llegamos a la conclusión de que era un tipo muy interesante. Se veía que sabía mucho y no solo nuestra ruidosa presencia no le molestaba, sino que más bien parecía agradarle porque siempre nos llamaba para contarnos unas historias rarísimas.
Era arqueólogo, nos dijo que había estado trabajando en unas tumbas en Egipto, también en la India y en Méjico
Pese a las recomendaciones de mamá de no molestarlo, siempre tratábamos de andar cerca de él. Es que no podíamos resistir la tentación de oír algunas de esas fascinantes historias que en su castellano champurreado tenían un encanto especial. Cuando contaba, nos mostraba montones de fotografías que guardaba en unas cajas de lata, que habían sido de té en otros tiempos.
Nunca lo dijo pero nos dio la impresión de que no quería trabajar más de arqueólogo y no nos explicábamos que habría venido a hacer a nuestro pueblito, donde nunca pasó nada que fuera digno de estudiarse. Al parecer no quería trabajar de nada porque no se buscaba ninguna ocupación. Se levantaba temprano, salía a caminar por los campos, llegaba puntual antes del almuerzo, dormía una siesta y, después, se iba al boliche de Don Belisario donde se pasaba horas charlando con los parroquianos.
Así vivió casi dos años. Siempre pagó regularmente el alquiler y se mostró respetuoso y correcto con mis padres y todos los vecinos.
La fama de contar historias y cuentos lo habían hecho el héroe de todos los chicos del pueblo pero mis hermanos y yo nos enorgullecíamos de tener siempre la primicia. Además Don James nos era muy útil porque nos ayudaba con la tarea de la escuela.
Un día caluroso como pocos, una empresa de transportes le trajo una caja de madera bastante grande que él se apuró a guardar en la habitación.
A partir de ese momento nos dimos cuenta de que algo había cambiado. Lo vimos preocupado, taciturno, pasaba poco tiempo en casa, nos pareció que no quería estar en su habitación.
Comenzó a quedarse mas tiempo en el boliche, sin embargo ya no hablaba con nadie y hasta se emborrachó un par de veces.
Una mañana poquitos días después, vino Don Pascual Sosa con su carro a buscar al Mister james y según dijo a mamá, él lo había contratado para que se llevara unas basuras que quería tirar. Pero el inglés no contestó a todos los llamados que hicimos. Pensamos que había salido muy temprano pero tampoco lo vimos regresar. Mamá dijo que como no vino a almorzar, estaría enfermo.
Pasaron no sé si uno o dos días y en el concilio de la siesta bajo la higuera, Marita, mi hermana mas chica, la mas chismosa de nosotros, nos contó que se había trepado por la enredadera
-“yo miré por la ventana y Don James está durmiendo. No, no me miren así, yo no miento…”-
A la mañana siguiente y como Don James seguía sin aparecer, se lo contamos a mamá, mamá se lo contó a papá cuando vino a almorzar. Papá se fue decidido para la pieza del inglés y nosotros detrás. Golpeó fuertemente la puerta y como no tuvo respuesta, se subió por la enredadera pero no alcanzó a ver por donde lo hiciera Marita. Nosotros… llenos de angustia.
A papá la cosa no le gustó, porque se bajó de la enredadera y se fue para la plaza sin decir palabra. Al rato volvió con el oficial de la policía y un agente, los vecinos que ya se habían juntado tuvieron que abrirles paso y todos, con mamá se preguntaban que podría haber pasado.
Violentaron la puerta que estaba cerrado por dentro y entraron. Nosotros quisimos hacer lo mismo, Marita la primera pero mamá nos cortó el paso. A pesar de todo pude asomarme. Adentro había muchas moscas y se olía mal, como a podrido. Los policías se tapaban la cara con los pañuelos.
No vi al inglés pero si pude ver muy bien la caja que había recibido hacía poco. Estaba abierta por un costado, dentro se veía una estatua de un perro sentado, igualito al de las etiquetas de los discos de la Víctor y era grande, muy grande porque tenía mi altura y yo con mis once años era bastante más alto que un perro.
Recordé entonces que el arqueólogo nos había mostrado fotos de esa estatua. Nos había contado que era el guardián de un sarcófago en una tumba que el descubriera, o algo por el estilo.
Una mano me tomó fuertemente del brazo y me sacó de la puerta y de mis cavilaciones, era mamá.
Cuando papá y los policías salieron, les oí decir que el inglés estaba muerto, que lo había mordido en el cuello un perro muy grande. ¡Y de una sola mordida! , mientras dormía de una borrachera.
Nunca se pudo saber que perro había sido, ni como había entrado a la pieza de Don James.
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