Algo sobrenatural me estaba ocurriendo. Si decía o pensaba en alguna
cosa se me presentaba de tal forma, que si
pensaba mucho en una taza podía servirme un té en ella. De esta forma palabra y
pensamiento se corporizaban inmediatamente.
En mi barrio, como en todos lados hay malos vecinos que tiran sus
basuras en el baldío al lado de mi casa. Las moscas y otros bichos me tenían
harto y me puse
a pensar que una planta carnívora sería útil.
En la cocina había una maceta en la que tuve un “Ficus” que se secó
y siempre estuve por reemplazar pero nunca lo hice. Imaginé la plantita
carnívora en esa maceta, Como nunca había visto una de esas plantas, la imaginé
como un arbolito pequeño y con los extremos de sus ramas equipadas con algún
elemento para cazar las moscas.
La idea me estuvo dando
vueltas un rato, finalmente me fui a dormir.
A la mañana cuando fui a la cocina a desayunar, vi con grata
sorpresa en la maceta, una planta como de medio metro de alto con un tallo
central, del que se abrían varias ramas casi verticales que remataban en una
especie de flor semi cerrada en su extremo.
Mientras desayunaba vi como una mosca que pasó cerca fue atrapada
por una de esas pseudoflores.
Mientras desayunaba vi como una mosca que pasó cerca fue atrapada
por una de esas pseudoflores.
-¡Que bárbaro!- me dije y mirando el techo lleno de mosquitos y
algunas arañas, pensé – Si la planta llegara hasta el techo….
Terminé de desayunar y me fui a trabajar. Al volver a la noche
comprobé admirado que mi deseo se había concretado y la plantita ya alcanzaba
el techo. Ahora sí parecía un arbolito.
Mientras cenaba me entretuve mirando con que habilidad, mi planta
cazaba moscas, mosquitos y hasta pequeñas mariposas nocturnas.
Los días fueron pasando y mi arbolito cazamoscas no siguió creciendo
pero si engordando.
Me di cuenta que cada vez había mas insectos en mi cocina por lo que
deduje que la planta los estaba atrayendo de alguna forma. Días más tarde pude
comprobar la teoría pues comencé a oler algo desagradable.
Con el correr de los días la planta fue engordando su tallo que ya
tomaba la apariencia panzona de un palo borracho mientras miles de moscas,
mosquitos, cucarachas, hormigas y arañas se movían por su grueso tronco y las
ramas-tentáculos, que eran muy flexibles se encargaban de tragarlos mediante
esa mano-flor que tenían en sus extremos, como si fuese una aspiradora.
Con el paso de las semanas la situación se fue tornando inquietante
debido al constante aumento de grosor del tronco y del flujo de insectos.
Decidí cerrar las ventanas de la cocina para que estos no entren
pero un día al regresar a casa me encontré que la planta había presionado
contra los vidrios rompiéndolos y por los espacios libres entraba un torrente
de bichos y hasta algunos ratones y lagartijas que la planta devoraba con fruición.
Pensé que debía matarla de alguna forma. Una tarde conseguí un hacha
prestada y me dispuse a cortarla pero ni bien levanté la herramienta para
descargar un golpe todas sus ramas-tentáculos se me vinieron encima,
amenazadoras. Pude huir, por poco.
Cuando la planta se calmó saqué de mi cocina todo cuanto pude y
clausuré la puerta de entrada.
No sabía como manejarme con aquel monstruo. Deforme palo borracho,
gigantesco baobab carnívoro e inteligente dentro de mi casa.
Decidí guardar el hecho en secreto y me puse a desear que
desapareciera, de la misma forma que lo había creado pero sin resultado. El
monstruo era cada vez mas grande y voraz., hasta algunos gatos del vecindario
fueron a parar a su descomunal barriga.
Durante un tiempo me arreglé en el resto de la casa. Esto era muy complicado
y molesto, no podía dormir tranquilo.
No se podía soportar el ruido que hacía al aspirar y triturar tanto
bicho por sus flores-trampa, ni sus
eructos, ni el olor de sus flatulencias que se dispersaba por toda la casa,
pese a estar la cocina cerrada.
Una noche al acostarme vi horrorizado que la pared divisoria entre
la cocina y el dormitorio, se rajó y el grueso tronco-abdomen entró al dormitorio, de
la misma forma que sus ramas-tentáculos habían destrozado las ventanas de la
cocina para salir al exterior a cazar perros y gatos.
Tuve que tomar una decisión seria ante esta incontrolable
situación, tomé mis cosas y abandoné
aquella casa para siempre.
Roberto Enrique Sabbatini
Publicado en : Cantares de la Incordura
Editorial Dunken
Buenos Aires 2009
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